Destinatario:
Al
muy digno don Bernardo Omodei y a su señora Laura (Rossi), mis respetables
hermanos en Cristo.
JC.
XC. +
Querido hermano, o como te gusta que te llame, hijo, te saludo con todo
mi ser en Cristo.
Habiendo recibido tu carta, te contesto, o mas bien, me dispongo lo antes
posible a hablar conjuntamente contigo y con la señora Laura; deseo que, entregándoos
a Cristo, no caigáis en la tibieza, sino que progreséis continuamente; porque
si os dejáis adueñar por ella no llegaréis a ser espirituales, sino que
pronto os convertiréis en carnales, y usando la palabra apropiada llegaréis a
ser antes fariseos que cristianos espirituales.
El tibio o el fariseo se comporta así: al convertirse evita los pecados
graves, pero se deleita con los leves, es decir no tiene remordimiento de
conciencia de estos, por ejemplo:
a)
deja la blasfemia, el insulto, pero no tiene escrúpulo si se enfada un poco, o
si quiere mantener su opinión sin cedérsela al compañero.
b)
Evita hablar mal de los demás, pero no considera pecado grave si todo el día,
o a menudo, pierde el tiempo en charlatanerías ociosas e inútiles.
c)
No come mucho ni bebe hasta emborracharse, pero se deleita con cualquier manjar
que le guste.
d)
Se abstiene de los vicios de la carne pero le agradan las conversaciones frívolas
o cosas parecidas.
e)
Le gusta estar orando dos horas, pero el resto del día tiene por compañera la
distracción.
f)
No busca los honores, pero si se los dan o es alabado le agrada. Todos los
ejemplos que os he mencionado, aplicadlos también en otros los casos.
Lo importante es que saquéis esta conclusión: que el fariseo, o mejor
dicho el tibio, quita de si lo mas grave, pero se queda con lo leve; rehuye todo
lo que es ilícito, pero se permite todo lo lícito; se abstiene de los actos
sensuales, pero le agrada deleitarse con la vista; quiere hacer el bien, pero no
del todo; trata de controlarse en parte, pero no quiere controlarse en todo; y
no de vez en cuando y por poco tiempo, sino muchas veces y habitualmente.
Pero aquel que quiere llegar a ser espiritual hace todo lo contrario,
porque comienza a eliminar de si, un día una cosa, otro día otra y así
persevera hasta que haya arrancado todo el pellejo y corteza de la carne, por
ejemplo:
-
suprime las palabrotas dañinas, después las inútiles, y ya no habla sino de
cosas provechosas;
-
suprime las palabras y comportamientos irritantes y usa palabras y
comportamientos sosegados y humildes;
-
rehuye los honores, y cuando los recibe, no sólo no se complace en ellos, sino
que abraza los vituperios y
humillaciones y goza con ellos;
-
no sólo se abstiene del acto matrimonial, sino que también se priva de los
deleites de los sentidos para acrecentar la belleza de la castidad;
-
no sólo se dedica a la oración una o dos horas, sino que eleva a menudo su
mente a Cristo. Esto que os he dicho aplicarlo a otras cosas semejantes.
Queridos señora Laura y Señor Bernardo, recibid estas palabras y
meditadlas con el cariño con que las digo. Porque no os pido que hagáis todo
esto en un día, sino que quisiera, que estéis atentos para hacer cada día
algo más, eliminando alguna tendencia sensual, aunque fuese lícita, y esto por
el deseo de crecer en la virtud, disminuir las imperfecciones y huir del peligro
de caer en la tibieza.
No penséis que el cariño que os tengo, ni que vuestras buenas
cualidades, me hagan desear que seáis pequeños santos. Quisiera y deseo que
lleguéis a ser grandes santos, vosotros si queréis sois capaces, con tal que
desarrolléis y devolváis al Crucifijo aquellas cualidades y talentos
que de él habéis recibido.
Yo, por el afecto y la ternura que os tengo, os ruego que me complazcáis
en esto. Porque conozco la cumbre de la perfección y la abundancia de la gracia
y comprendo los frutos que el Crucifijo realizará en vosotros y a la meta a la
cual os conducirá.
Queridos Laura y Bernardo, no os fijéis que mi persona sea quien os lo
dice, sino fijáos con el cariño que os lo digo; mirad como anhelo el deseo de
vuestra perfección, mirad mi corazón, que os muestro abierto. Yo estoy
dispuesto a derramar mi sangre por vosotros con tal que hagáis esto.
Sabed que me dolería hasta el alma, si no estuviera seguro que no sólo
haríais esto, sino otra cosa más grande que hubiera sido hecha por cualquier
santo o santa.
Pero, ya que sé que queréis ser fieles al Crucifijo, os he escrito
(esta carta) no con la pluma sino con el corazón, rogándoos que la toméis en
consideración y la leáis a menudo, si queréis cada semana. Os aseguro, que si
la meditáis bien, sin otro libro, os servirá de libro, y si la ponéis en práctica,
junto con el libro de la dulce memoria de la cruz de Cristo os conducirá a una
gran perfección.
No os he escrito palabra alguna que en sí no tenga sentido. Si lo
encontráis pienso que será de gran utilidad y provecho.
Y ya que no puedo escribiros tan a menudo como desearía, me agradaría
que no la perdierais, pues espero en Cristo que cada vez que la leáis os
parezca nueva y partiendo de esta podáis escribir otra nueva por vuestra
cuenta.
Amable señora Laura, discúlpame si no puedo complacerte como yo
quisiera por mi cansancio físico. Te recomiendo tu perfección y la del señor
Bernardo. Así también a ti señor Bernardo la tuya y la suya.
Estoy en deuda con los dos, y deseo que esta deuda no sea satisfecha
nunca por mi parte.
Encomendadme a las oraciones de vuestros hijos e hijas.
Cristo os bendiga.
Guastalla, 20 de junio de 1539.
Vuestro hermano en Cristo, y parte de ti mismo.
ANTONIO MARIA,
Sacerdote